Cultivar la estabilidad en el cambio – El cuarto Foro “Mirada budista sobre la educación y la juventud”
“En tres días de foro, he podido aprender más sobre mí que en estos dos últimos años”. Esto es lo que dice un adolescente que ha participado, con su madre, en el cuarto foro intergeneracional sobre la educación. Este año, el tema a explorar ha sido cultivar la estabilidad en el cambio. En cuanto al cambio, esto ha aportado sus frutos ya que el mismo adolescente añade: “Había muchas sobras en el interior de mí cuando he llegado y esto me ha aclarado”.
Hace falta decir que, desde el principio, lama Jigme Rimpoché ha sentado las bases. Explica a las 120 personas presentes: el Buda se interesó en el conocimiento humano. Enseñó cómo, a partir de este conocimiento, podemos desarrollar nuestras capacidades. Estas capacidades nos permiten no estar sujetos a las circunstancias que encontramos y aprender a permanecer con los pies anclados en la tierra. A imagen de un árbol profundamente enraizado, la enseñanza de Buda nos lleva a una profunda comprensión de lo que somos, de nuestros funcionamientos. Una comprensión así nos ayuda a permanecer estables. Es así como los aspectos superficiales de la vida no nos perturban más. Podemos, igualmente, plantar cara a las situaciones difíciles sin estar desenraizados.
Después de cuatro años el proceso de los foros es sensiblemente el mismo. Jigme Rimpoché das las pistas de reflexión en relación con el tema propuesto. Después, las generaciones se separan para reflexionar en grupo. Los niños por medio de juegos y de intercambios, los adolescentes a través de ejercicios y de debates y los adultos por la discusión en grupos grandes y pequeños.
Todo esto genera cuestionamientos que se comparten el segundo día con Rimpoché durante un encuentro, primero con los niños y los adolescentes y luego con los adultos con el fin de reunir otros elementos para profundizar la reflexión. Además de este proceso de comprensión, hay igualmente talleres intergeneracionales diarios en los que todo el mundo se encuentra para experimentar concretamente, por medio de ejercicios, lo que se ha dicho durante el día. ¡Los días son intensos, fértiles y bien completos!
Pero concretamente, ¿qué es lo que queda tras 3 días de una dinámica así? Una madre que ha venido con su hijo de 11 años, explica: “Me vuelvo con herramientas concretas, con conceptos aplicables a diario. La densidad de los intercambios y de los encuentros va a alimentar mis reflexiones sobre la educación. Esto, entre otras cosas, es lo que hace que este foro sea enriquecedor, un proceso en movimiento para ayudar a los niños y a nosotros mismos a hacer crecer lo mejor de nosotros”.
Lejos de establecer un método pedagógico definido, la aproximación consiste más bien en encontrar en cada uno de nosotros, los recursos para responder a las situaciones. Algunas nociones clave han servido de punto de apoyo en los intercambios de este año: el valor de la existencia humana, la comprensión del funcionamiento de la mente, la motivación, la comunicación, el apoyo mutuo, e incluso, la capacidad a observar y escuchar. Todos juntos y a partir de situaciones de cada uno, hemos intentado encontrar los medios para hacer frente al cambio que es la naturaleza misma del proceso educativo.
De hecho, la primera mañana ha empezado con una pregunta a los más jóvenes: “¿Tenéis la impresión de tener los mismos padres desde el principio?”
Una adolescente: He visto evolucionar a mi padre. Durante tiempo, ha estado como en aprendizaje, ha cambiado mucho. Estoy orgullosa de él.
Un adolescente: No han cambiado ni un pelo. Son los mismos de siempre (risas).
Un niño: Desde que son budistas, mis padres son muchos más simpáticos.
Tras lo cual, los padres han respondido a: “¿Tenéis la impresión de tener los mismos hijos desde el principio?”
Una madre: ha sido duro verle cambiar. A veces me siento nostálgica de lo que era antes.
Un papá: hemos crecido juntos. Además, los niños saben dónde tocar para que crezcamos.
Una mamá: no tenemos los mismos ritmos de cambio, lo que solicita una adaptación por ambas partes.
En la discusión, las dificultades se vuelven más claras: algunos padres no han visto llegar las transformaciones de sus hijos, les ha cogido por sorpresa. Otros, se sienten impotentes ante los nuevos sufrimientos de su adolescencia. Un adolescente testimonia sobre la dificultad de la comunicación: “Cuando mis padres hablan entre ellos del banco, no entiendo nada. Pero cuando yo explico mis juegos de vídeo, tampoco entienden nada”. Vaya, el escenario está establecido, y los problemas concretos se pueden poner en juego para que todos puedan aclarar su situación y encontrar los recursos para responder. Esto es lo que nos hemos empleado a hacer durante los dos primeros días de foro.
Jigme Rimpoché ha vuelto varias veces sobre un aspecto clave de la relación entre generaciones: el valor humano. Se trata de comprender nuestro valor humano y de ser capaces de relacionarnos con este potencial, a las cualidades naturalmente presentes en nosotros. Hoy los niños necesitan mucha información sobre la manera de convertirse en un buen ser humano. Si dependen únicamente de las informaciones exteriores sin conectarse con su potencial, entonces su naturaleza se congela, como el agua expuesta al frío. Depender que del entorno hace al niño débil y sujeto a los caprichos de las circunstancias. Se trata por tanto de cultivar con ellos los recursos internos a los que podrán unirse en cualquier tipo de circunstancia. Este aspecto de la educación es a largo plazo. Sobre esta base, los niños no se sentirán indefensos frente a las muchas situaciones con las que se encuentren, ya que saben quiénes son. No son prisioneros de competencias y de herramientas que han aprendido en otros lugares, sino que encuentran en ellos la capacidad de recuperarse.
En la mañana del tercer día, cada una de las generaciones ha presentado, bajo forma de sketch, lo que han vivido los días anteriores en su grupo. Este año ha sido más bien creativo: los niños han presentado el cuento del elefante y los cinco ciegos, los adolescentes nos han hecho vivir un debate contradictorio entre padres, y los adultos han imitado los valores clave de la educación para que los niños los adivinen. Un último preguntas-respuestas con Rimpoché ha dado la ocasión de precisar uno u otro aspecto a clarificar: ¿Cómo reaccionar a las lágrimas del niño pequeño antes incluso de que hable? ¿Hay que decir todo a los niños? ¿Cómo reaccionar a las necesidades de reconocimiento de los niños? Las respuestas dan al mismo tiempo, informaciones precisas y pistas a explorar por nosotros mismos.
Es el cuarto foro para una de las familias, participan cada año para “llenar pilas” y todos se sienten decididos a volver el año que viene. Un grupo pequeño de adolescentes se ha informado para volver a encontrarse en el curso adolescente de octubre. Todo el mundo se va con lo que ha reunido como herramienta para probar en situación, la estabilidad en el cambio.
Puntso, responsable del programa de Dhagpo