Con ganas de continuar con la exploración – Crónica del curso jóvenes adultos 2019

Este año, diez chicas han dado vida al curso jóvenes adultos. ¡Ni un solo chico! Salvo yo, que animo con Emmanuelle. A la pregunta improbable de arranque “¿estás ahí?, las respuestas varían y se completan.
“¡Sí, claro que sí, cuando estoy, estoy!”
“Mitigado. El cuerpo está, pero la mente no completamente”
“Estoy parasitada por aquello que he hecho justo antes”
“Estoy, en el presente, pero también estoy un poco en el pasado y también en lo que va a pasar”
Y, una conclusión: “El hecho de que hayáis hecho la pregunta, me ha permitido llegar”

Cuando les pregunto qué es lo que han venido a buscar, se dibuja una dirección: la de la relajación, la claridad, la del arraigo, el discernimiento, cruces de miradas, nuevas preguntas, dejar ir y … disfrutar. Con una petición final, ¡y comer bien también! Podemos esforzarnos por responder a las expectativas anteriores, pero para la última, no es parte de nuestra responsabilidad. Habrá que hablar con los cocineros.

 

Identificadas las expectativas e instalado el ambiente, partimos al descubrimiento de nosotros mismos alternando entre las puestas en situación, discusiones, meditaciones, aportes y pausas. Evidentemente el que abre el baile es el tema de la impermanencia. Partimos a la búsqueda de lo que no será impermanente. En un primer momento no encontramos nada, pero a lo largo de la discusión se instala una duda: “Tengo la impresión de que incluso si todo en mí cambia, hay un núcleo en el fondo que permanece estable, que sigue siendo el mismo. ¡Empieza fuerte el tema! Sin embargo y por el momento, dejamos de lado la pregunta con el fin de centrarnos en la impermanencia y sus consecuencias. Las resistencias a los cambios se imponen; el problema no es el cambio, sino la manera de vivirlo. Como si nada, nuestra exploración nos lleva a dukkha, el sufrimiento.

El momento se hace más denso ya que nos tomamos el tiempo de analizar el sufrimiento y sus múltiples facetas. Una conclusión nos tranquiliza: es natural, en el sentido de que todo el mundo se enfrenta a él y es el resultado de causas y circunstancias por lo que puede convertirse en material. ¿Causas y circunstancias? ¿Cuáles son las raíces del malestar y de la insatisfacción? La conclusión es unánime: las emociones (varias de las chicas son de familias budistas). Conseguimos ahondar en nuestros funcionamientos emocionales con una pregunta inevitable: “Pero, las emociones ¿están bien o no? ¿Son benéficas o perjudiciales?” Por esta vez, la puerta de entrada no es la correcta. Benéficas o no, las emociones son un fruto, un resultado (hablaremos de karma más adelante). La pregunta por tanto es: “¿Cómo reconocerlas? Y, ¿qué hago con ellas?” 

Y ¡V.R.A.C.! Cuando la emoción se eleva, el entrenamiento consiste en Verla, Reconocerla, Aceptarla y Cambiar de punto de vista. Esta primera parte de curso nos ha permitido identificar las cuatro verdades de los nobles, no nos queda más que nombrarlas: el sufrimiento y sus causas, la cesación posible y el camino.

A la vuelta, el paisaje está establecido y podemos entrar en los detalles. Describimos para ello nuestro funcionamiento: las sensaciones agradables y desagradables, me gusta, no me gusta, el apego y la aversión, y los miedos, y las envidias, y el orgullo, y los juicios y cómo hacer con todo ello. Cada uno aporta una experiencia, un cuestionamiento, un recuerdo, un desacuerdo, un matiz, un recurso. Las discusiones llevan el buen camino, se instala una forma de claridad, pero claro, las preguntas continúan. El día termina. Todavía encontramos un poco de energía para posarnos y callarnos esta vez. La meditación del fin del día nos sienta bien, nos calma y por tanto nos clarifica. Pero el cansancio está presente. Hasta mañana…

Empezamos el día con una meditación que es más clara y más sencilla que ayer. La dirige Emmanuelle y la práctica se vuelve exploración. “Voy a tocar la campana y a partir de ese momento no pensáis en nada, ¿de acuerdo?” Todo el mundo está de acuerdo. Repite la instrucción y justo en el momento de tocar la campana dice: “No penséis en nada, ¡ni siquiera en una fresa!” Ding… Un tiempo de silencio… Ding… Los comentarios son precisos: “Me repetía a mí mismo “No pienses en nada, no pienses en nada”, pero eso es pensar en algo”, “Me decía que tenía que dejar de pensar en la fresa”, “Yo he pensado en una manzana” La conclusión une a todo el mundo: no es posible no pensar, y, de cualquier manera, meditar no es eso.

Volvemos a la pregunta de ayer: a fin de cuentas, ¿qué soy? ¿qué es la mente? Nuestra conversación se hace más rigurosa. La mente es un continuo, es conocimiento, pero oscurecido, tenemos un potencial, las cualidades están ahí y se trata de actualizarlas. Abordamos el tema del karma como una dinámica con su complejidad: el karma es, al mismo tiempo una historia de instante – los actos que realizo a cada instante – y al mismo tiempo, algo a largo plazo – las tendencias se toman su tiempo en madurar. Volvemos sobre la práctica: cultivar la capacidad de estar presentes para nosotros mismos, consientes de nuestros estados mentales, atentos a las acciones realizadas.

Terminamos este segundo día con la instrucción que reúne lo esencial del Dharma: “Dejar de hacer daño, realizar lo que es benéfico y aprovisionar la mente” Una pregunta: “Pero entonces, ¿qué hago si me doy cuenta de estoy haciendo daño?” Para evitar caer en un enfoque dogmático y estrecho, insistimos en la noción de entrenamiento, de proceso, de reajuste. Además de las nociones de Dharma, la dinámica se ha comprendido bien: la escucha no es suficiente, la reflexión hace comprender y la puesta en marcha hacer experimentar. Cada uno de los participantes se va con ganas de continuar con la exploración.

Puntso, responsable del programa de Dhagpo Kagyu Ling