Esta ha sido la primera vez que animo un ciclo de enseñanzas en Dhagpo Kagyu Ling. Y, visiblemente, ha generado un interés que no ha defraudado con el paso de los cursos.
Alrededor de sesenta personas han participado en estas enseñanzas, bien puntualmente, bien en su integralidad en la mayor parte de los estudiantes.
Ha resultado muy interesante rencontrar estas personas a lo largo de los encuentros, de conocerse mejor, comprender mejor sus centros de interés y sus dudas.
Están los intercambios, las discusiones, los aportes durante los cursos, pero también todo lo que se vive durante las pausas, las comidas y las veladas. Todo esto contribuye a la cohesión del grupo y permite que la confianza se instale. Es verdaderamente agradable ver y conocer la alegría de los rencuentros.
Hemos caminado juntos durante la reflexión. Las preguntas se han afinado, las personalidades se has desvelado un poco y, poco a poco, hemos podido profundizar nuestros cuestionamientos para entender y rencontrar nuestro funcionamiento, nuestros fallos, nuestros límites y nuestros recursos.
¿De qué manera vivir y asumir nuestra responsabilidad? Aceptando las condiciones, que son las nuestras, siendo conscientes de nuestros miedos y de nuestras resistencias y apoyándonos en nuestros recursos. Esto requiere discernimientos, atención y vigilancia.
¿Vivir los miedos de otra manera? Esto es todavía una mejor comprensión de nuestro funcionamiento, esencialmente marcado por las aflicciones, que será la base de una mirada diferente del miedo. Hace parte del camino budista, siendo al mismo tiempo el motor.
¿Una comunicación ética? Primero, es una comunicación que no hace daño, que no hiere, que no engaña. Una comunicación recurso que reúne lo que es benéfico, una ayuda para uno mismo y para los demás. Es también una comunicación inteligente basada en una motivación justa, que reúne progresivamente las condiciones de su objetivo.
En cada curso, el acento se coloca en el hecho de que la práctica del camino espiritual se vive en detalle en lo cotidiano, en situaciones con las que nos encontramos, afectivas o profesionales; ver que el entrenamiento es un asunto de presencia a uno mismo y de atención al otro. Todo esto parece evidente cuanto hablamos, pero nuestras tendencias nos atrapan rápido.
“Sí, entiendo lo que se dice, pero es difícil vivirlo día a día”, es una de las frases que escucho a menudo.
Efectivamente, hay que tomarse el tiempo de pensar en el sentido de la enseñanza para, de una información hacer un conocimiento, una experiencia. Este tiempo de integración es indispensable para que lo hemos recibido y comprendido venga a impregnarse en nuestra vivencia.
El entrenamiento en estos tres aspectos – la ética, la meditación y el discernimiento – se vive día a día, en el cojín, para que se decline en nuestro cotidiano mirando una y otra vez nuestro funcionamiento y nuestra manera de vivir nuestra relación con nosotros mismos y con los demás.
Anila Trinlé