Este artículo nace de instrucciones dadas por lama Jigme Rimpoché durante el foro anual de Dhagpo 2018 sobre el tema de la responsabilidad. Ofrece a los padres, las claves para establecer una comunicación fértil con sus hijos. El texto es denso y las ideas, a veces, no están más que evocadas. Les invitamos, por ello, a una lectura cuidadosa.
Convertirse en un buen ser humano
Nuestra vida nos da la oportunidad de convertirnos en un buen ser humano, una buena persona. ¿Qué es lo que entendemos de esto y cómo realizarlo? Se trata de encontrar por nosotros mismos aquello que significa ser un buen ser humano y para ello, es importante considerar nuestra situación desde varias perspectivas. La primera idea consiste en comprender que, no tenemos necesidad de ser otra persona más que nosotros mismos o de querer ser igual que otra persona, ya que eso nos crearía muchos problemas. Sin embargo, y esta es la segunda idea, debemos tomar ejemplos, de personas de nuestra elección y observarles. Se trata de examinarles preguntándonos quiénes son en realidad.
Podemos encontrar muchas personas que llevan una vida bastante simple, y que guardan en sus corazones valores valiosos. Quizás, no lejos de nosotros haya personas que llevan su vida de manera simple, con mucha decencia y una forma de apertura de corazón, una calidad de presencia hacia los demás. Otras personas pueden ser famosas, conocidas por todos, pero fuera de su vida pública tienen un comportamiento egocéntrico, sin tan siquiera cuidar verdaderamente de los demás. Al contrario, hay gente muy conocida también pero que, en su manera de ser, son benéficas para los demás siendo al mismo tiempo muy discretas. Su manera de reaccionar, en cualquier campo, es útil y a veces, a gran escala. Estos ejemplos nos muestran que, estamos rodeados por todo tipo de individuos diferentes. Tomando conciencia de esto, nos hace falta entonces observarles para definir lo que consideramos como un buen individuo, una buena persona. Nos hace falta identificar las condiciones que estos individuos establecen en su vida haciéndonos las buenas preguntas: ¿Qué es lo que aplican para ser como son? ¿Qué condiciones reúnen para llevar a cabo sus ideas? Sobre la base de una observación así, remarcamos que hay individuos que parecen ser buenos seres humanos, pero que, si miramos bien, lo que ponen en práctica, no es útil ni para ellos mismos ni de apoyo para los demás. Se trata entonces de preguntarse por qué aquello que parecía ser beneficioso al principio, después se vuelve algo que no es bueno para nadie. La idea es comprender por nosotros mismos lo que viven los unos y los otros tomando diferentes ángulos de enfoque. Llevando esta observación fuera de una primera impresión, definiremos en nosotros mismos lo que es una vida exitosa o una existencia perdida. Es importante tener la precaución de llevar este análisis de las situaciones desde varios puntos de vista.
Podemos por ejemplo observar personas que han recibido una educación que les permite realizar su elección de vida, asumir sus responsabilidades pero que, además, lo hacen tomando una buena dirección. Son útiles a los demás y benéficos para sí mismos. En consecuencia, al final de sus vidas, experimentan un sentimiento de plenitud. Al contrario, hay otras personas que, sobre la base de la misma educación, cumplen su elección de vida con una buena actividad profesional, por ejemplo, pero que, al acercarse al final de sus vidas, tienen la impresión de que todo se derrumba. En ese momento es cuando todos los defectos que no se habían visto anteriormente, se vuelven evidentes y nos acompaña un sentimiento de fracaso. Este ejemplo es bastante general, nos muestra que para que una vida sea exitosa nos hace falta reunir varias condiciones y cultivar ciertas cualidades. Estas condiciones, una vez reunidas, nos hace falta ponerlas en práctica, aplicarlas.
Cuando hablamos de éxito, se trata de algo personal. Hace referencia a un objetivo que queremos cumplir en nuestra vida y que es individual. Independientemente de la elección que hayamos tomado, la idea es realizarla sin verse obstucalizado por los defectos, disipando progresivamente la confusión. Una vez que hemos identificado qué es lo que significa para nosotros ser un buen ser humano, entonces nos hace falta poner en obra lo que sea necesario para cumplirla.
¿De qué condiciones se trata? Seamos técnicos, agricultores o maestros, estemos implicados en la vida política o de la administración, que nos hayamos comprometido en una vida de familia o no, sea cual sea la actividad que hayamos elegido, requiere una forma de conocimiento con competencias específicas. Pero estas no son suficientes, nos falta además definir el objetivo y una visión que apoye este conocimiento.
Esto es importante, es una de las condiciones que acompaña el triunfo en una trayectoria de vida. Otro ingrediente importante es de la ética. La ética budista significa no participar en actos que nos perjudiquen a nosotros mismos, que generen un resultado no beneficioso. No se trata de reglas exteriores que se nos imponen. Si nos duele el hígado es natural no beber alcohol y no es por ello algo que la medicina nos imponga.
Cultivar una visión y metas claras y cuidar una ética diaria, es lo que apoya el conocimiento y las competencias llevadas a cabo en nuestra actividad. Estos puntos de referencia nos protegen de direcciones erróneas, son las condiciones a reunir para cuidar las orientaciones que hayamos elegido.
Ayudar al niño a convertirse en un buen ser humano
La enseñanza de Buda aporta numerosos recursos en los cuales podemos apoyarnos para apoyar a nuestros hijos. En la relación educativa, la motivación de los padres es esencial. Está centrada en el hecho de dar a los hijos las mejores condiciones para desarrollarse. Para ello, estamos invitados a mirar nuestros estados mentales y ver lo que pasa en el niño preservando una comunicación de calidad, ya que esta se puede degradar fácilmente.
Se trata por tanto de identificar los defectos de nuestra comunicación con el niño para poder corregirlos. Sobre la base de la observación y de la conciencia de qué es lo que pasa en nosotros y en el niño, podemos corregir las equivocaciones para cultivar una comunicación más fluida con mayor claridad. Para que este proceso pueda funcionar, la comunicación ha de estar basada en una intención justa, una actitud de apoyo con el fin de no perder lo que es benéfico.
Por tanto, combinando una motivación de apoyo, la conciencia de nuestros estados mentales, la observación del niño, la identificación de los defectos de la comunicación, al reajustarlos, la responsabilidad se alimenta y encontramos una mayor libertad.
Aprender a comunicar
Cultivando estas condiciones, nos hace falta experimentar concretamente la relación con el niño. Por nuestro lado cultivamos la capacidad de aceptación, del lado del niño, hay competencias que el o ella pueden desarrollar. Se desarrollan progresivamente. La pregunta para los padres es” ¿cómo dejar que el niño crezca?” Si partimos de esta pregunta, esto da una gran variedad de posibilidades para desarrollarnos nosotros mismos. Entre los elementos a establecer está la transparencia en la comunicación. Desde la infancia hasta la adolescencia, esta transparencia debe de cultivarse a lo largo de todo el desarrollo del niño.
Cualquier niño, sea cual sea su edad necesita un marco. Sin el no se puede tomar ninguna dirección ni llevarla a cabo. Pero para que esto tenga sentido y sea eficaz, debe explicarse al niño, así como las razones por la cuales lo creamos. En un primer momento, probablemente no se entienda. Establecer un marco claro es a menudo delicado al principio y genera resistencias. Pero manteniendo la comunicación y explicando las razones por las cuales se establece esta estructura, esto alimenta progresivamente una relación de confianza. A menudo, no vemos los beneficios en seguida, pero al final, nos permite establecer un respeto mutuo y la bondad entre padres e hijos.
Mientras se protege la comunicación puede aparecer otra dificultad, la confrontación de opiniones. Muy a menudo, en los intercambios, el adulto da su opinión y prima sobre la del niño. Aquí, el reto es el de no descuidar las opiniones del niño para darles mejor la bienvenida. Se trata de iniciar un intercambio, de darle respuestas a sus preguntas, de compartir vuestro punto de vista y vuestra visión de la situación. Esto no significa que hay que hacer forzosamente lo que dice el niño, se trata de utilizar los intercambios para alimentar la comunicación. La idea es abrir un espacio de dialogo que permite al niño sentir que su opinión, su manera de ver tiene su valor.
Aprender las responsabilidades
Hablando de valor, es igualmente importante hablar sobre el valor de la vida con los niños. Se trata de explicarles las dificultades que encontramos en el día a día todos, en uno u en otro momento. Pueden ser dificultades financieras, problemas relacionales o contrariedades en el trabajo. Compartir lo que vivimos y nuestra manera de responder es importante para la construcción del niño y para su futuro. A través de este tipo de intercambio es como más adelante podrá sacar las buenas informaciones.
Más allá de la comunicación, dar responsabilidades a los niños en las tareas del hogar es algo que les forma. Sin forzarles ni darles ordenes, déjenles asumir tareas que corresponden a su edad. A veces cometerán errores, no cumplirán la tarea como quisieran y a veces lo harán muy bien. Las tareas pueden consistir en ocuparse del lavavajillas, o del mantenimiento de una pieza de la casa. Cuando recibimos amigos o familiares, podemos pedirles que ayuden con los preparativos o que asuman la bienvenida. Se trata de explicarles cómo se aprende, dejarles que se equivoquen, acompañarles frente a las dificultades cambiando su forma de hacer. Su participación en las tareas de la casa es una ayuda preciosa para hacer más fuerte su potencial. Gana en madurez y además cultivan buenos hábitos que después servirán como recuerdo.