Poner en práctica la filosofía – Eco del curso de verano de 2019
La daga indestructible
Cada año, en julio, Khempo Chodrak Rimpoché instala, durante tres semanas en Dhagpo, el Tesoro Budista del Conocimiento, tres semanas de estudio de textos filosóficos. 50 estudiantes de todas las edades y de varias nacionalidades se daban cita para continuar el estudio del Sutra del diamante, también llamado el Discurso de la daga indestructible. Diamante hace referencia al discernimiento; este conocimiento superior e indestructible, ya que erradica los estados mentales que dificultan la realización del estado despierto de un Buda (que todos deseamos actualizar). La daga, da la idea de poner fin a algo; aquí, se trata de poner fin a todos los oscurecimientos que nos impiden ver la realidad tal y como es.
En el corazón de esta enseñanza, particularmente profunda, se encuentra la prajnaparamita. ¿La prajnaparamita? El discernimiento es el que nos permite cruzar a la otra orilla. ¿La otra orilla? Es ir más allá del error y de la confusión. Es cuando las causas del sufrimiento se han agotado y cuando se actualizan las cualidades para ayudar a los seres. La prajnaparamita se realiza cuando la sabiduría y la compasión alcanzan la madurez. Esto es lo que cada practicante se esfuerza en poner en práctica al recorrer el camino de Buda. Durante la crónica del año pasado sobre el curso de verano, abordé el contexto de la enseñanza, el sentido del texto y la dinámica de la traducción.
Del estudio a la reflexión
Esta vez, propongo volver al proceso que permite a la prajnaparamita madurar en la corriente de nuestro ser, tener una experiencia personal por el estudio, la reflexión y la meditación. Khempo Rimpoché ha re-definido los términos.
El estudio, según Buda, consiste en, primero, memorizar lo que tenemos que comprender. En general se trata de aprender de memoria lo que llamamos “texto raíz”, un texto que recoge en versos densos y sintéticos, el sentido de la enseñanza a estudiar. Una recitación regular del texto, será lo que después nos permitirá no olvidarlo todo, cultivando el entendimiento del sentido de las palabras. Además de la recitación, el Buda nos aconseja leer tranquilamente y de manera regular para hacer madurar nuestra comprensión. Esta es la etapa inicial que nos permite sumergirnos en una primera comprensión del texto.
¡Podemos tener la impresión que este tipo de estudio no es accesible! No obstante, se trata de cultivar, a largo plazo, cuatro aspectos complementarios: memorizar (1), guardarlo en mente, recitándolo regularmente (2) y leer (3) tranquilamente con el fin de llegar a una comprensión (4). Khempo Chodrak nos explica que, evidentemente, si no hablamos ni entendemos el tibetano, este proceso puede hacerse en nuestra lengua materna (a partir del momento en el que estamos seguros de que tenemos una buena traducción). Esto, me hace pensar un consejo de Jigme Rimpoché en el que para el, la mejor manera de memorizar un texto, es leerlo cotidianamente. Lo que nos dice todo esto es que esta primera etapa, que consiste en conocer el sentido de la enseñanza, necesita tiempo. El conocimiento del estudio no parece que se adquiera tan solo escuchado la enseñanza, sino que necesita un periodo de maduración, tras lo cual viene la reflexión.
Reflexionar o contemplar consiste en profundizar el conocimiento adquirido por el estudio con el fin de cultivar una comprensión del sentido de la enseñanza más allá de las palabras. Se trata de analizar lo que se ha estudiado con el fin de adquirir una comprensión personal. Reflexionar consisten en llevar una investigación con el fin de descubrir por uno mismo todos los aspectos del sentido de las instrucciones. Se trata de llegar a una certeza interna agotando las dudas por el estudio-contemplación. Por ejemplo, Buda explica que nos hace falta generar y cultivar la mente del despertar para actualizar los dos beneficios, el mío y el de los seres. Una vez estudiada esta noción, nos hace falta hacer preguntas con el fin de profundizar el sentido: ¿qué mente? ¿qué despertar? ¿quiénes son los seres? ¿de qué beneficios se trata? ¿y yo en todo esto? ¿por qué hacer nacer este estado mental? Y, ¿cómo hacerlo? ¿cuál es el punto de focalización? etc. Así, emerge en nosotros una comprensión progresiva, acompañada de una necesidad natural de completar nuestro conocimiento por otras instrucciones.
Si este proceso se lleva bien, todas las enseñanzas que recibimos alimentan esta reflexión ya que podemos vincular las distintas instrucciones: ¿qué tiene que ver la compasión con la vigilancia? ¿En qué están ligadas la ética y el conocimiento superior? ¿Cómo la reflexión nos lleva a la meditación? De hecho, las “buenas preguntas” surgen naturalmente.
Khempo vuelve sobre el proceso de nuevo: “Los antiguos maestros de nuestra tradición han dicho todos que el estudio, la reflexión y la meditación han de ir de la mano. Nunca nadie ha dicho: “ahora que habéis entendido las instrucciones, olvídenlas y vuelvan a casa!” Intente ver a diario, si la comprensión de las instrucciones que ha recibido es buena o no, si lo que se ha dicho es un hecho o no. Nos hace falta llegar a una certitud en base a nuestro conocimiento y nuestra reflexión personal y no porque lo diga la enseñanza”.
De la meditación a la acción
Pero, ¿qué pasa con la meditación? Durante el estudio y la reflexión, se movilizan muchos pensamientos, pero una vez se adquiere la certeza, se vuelve nuestro punto de enfoque y ya no es necesario seguir los pensamientos. El proceso de reflexión no es infinito, nos lleva a un punto de conocimiento de las enseñanzas recibidas, a una comprensión personal en profundidad. Necesitamos entonces cultivarla a través de la meditación, con una mente cada vez más pacífica y clara. Así es como el conocimiento señalado por el Buda se convierte en un conocimiento interno e íntimo.
En el curso de verano, intentamos llevar a cabo este proceso. Pero mirándolo bien, es lo que cada uno tiene que aplicar independientemente de las instrucciones que haya recibido. Ahora, cuando decimos “voy a practicar” esto no significa solamente “voy a meditar”. Somos nosotros los que hemos de elegir si se trata de una sesión de estudio, de reflexión o de meditación. Y como añade Khempo, cuando no ponemos en práctica ninguno de los tres, es porque nos aplicamos en realizar actos virtuosos que vienen a alimentar la corriente de nuestro ser, siendo la acción la que toma el relevo. Así todos los aspectos de nuestra vida se convierten en práctica espiritual.
Puntso, responsable del programa de Dhagpo