Cuando los adolescentes hacen preguntas sobre su vida diaria, sobre aquello que viven, cuando intentan encontrar la manera de relacionarse con los demás, con ellos mismos, con sus padres, sus profesores y sus amigos, ¿qué responderles?
Lama Jigme Rimpoché, durante muchos años se ha reunido con adolescentes con ocasión de los cursos que suele animar para ellos o simplemente durante intercambios informales en función de las circunstancias. Durante todo este tiempo ha aprendido a conocerlos, a familiarizarse con su manera de ser.
Este libro es por tanto el fruto de una experiencia. No es una enseñanza definitiva. Es más bien un conjunto de consejos extraídos de la sabiduría de Buda, pistas dadas para aquellos que buscan, para aquellos que desean encontrar por ellos mismos respuestas a sus preguntas.
Es un libro que va dirigido en primer lugar a los adolescentes ya que ha sido requerido por ellos.
La adolescencia
Un punto de partida
En general, durante la adolescencia pensamos que no será más que mucho más tarde cuando podremos vivir verdaderamente. ¡No es cierto! Nos hace falta vivir desde este mismo momento las situaciones, de principio a fin. Debemos adquirir las actitudes justas desde ya.
La adolescencia es un punto de partida, el comienzo del desarrollo de las cualidades humanas. La mente es ahora clara, descubre, puede por tanto concebirlo todo, imaginarlo todo. La adolescencia es el tiempo de la novedad. Es un momento que puede ser difícil ya que no sabemos cómo posicionarnos ante todas estas novedades ¿Cómo hacer frente a todo aquello que surge y se manifiesta?
La adolescencia es igualmente un periodo en el que podemos comenzar a conocernos por nosotros mismos. Pero esto solicita un poco de entrenamiento, sino, reaccionamos a golpes, impulsivamente. Si llegamos a comprender lo que nos pasa, podremos ajustarnos a las posiciones, vivirlas mejor. Entender nos permite situarnos y posicionarnos.
Además, utilizamos todas las experiencias que encontramos, descubriendo por nosotros mismos lo que es benéfico y lo que no lo es. Somos conscientes de lo que hacemos y sea cual sea la experiencia con la que nos encontremos, la utilizamos como algo que nos enriquece. Es por todo esto por lo que la adolescencia es un momento muy importante en la vida.
El camino de la experiencia
Las emociones
Mientras estamos atrapados en la emoción, esta invade totalmente nuestra mente. Está bajo su control. Sea lo que sea lo que veamos, lo que escuchemos, todo se interpreta, se tinta, se filtra por las emociones. Estamos enfadados, empezamos a ver rojo, como si lleváramos gafas tintadas en rojo. Y, diga lo que diga la otra persona, haga lo que haga, percibimos lo que hace y dice a través de este filtro rojo. O incluso, ¡los celos empiezan a ganar importancia porque nuestros dos mejores amigos se van al cine sin nosotros! Y ahí, nuestras gafas se tintan en verdes. Verdes de celos, tenemos problemas para continuar y pensar claramente. O bien estamos decepcionados, nuestras expectativas no están satisfechas, nuestros amigos no nos aportan la distracción que esperábamos y a lo largo de los días, a lo largo del tiempo, nuestros cristales se ensombrecen. Empezamos a ponernos pesimistas, ¡la depresión nos acecha! El director nos llama a su despacho, no sabemos por qué y mientras vamos, nuestros cristales se vuelven azules. Delante de puerta, tocamos, entramos y nos sentimos petrificados por el miedo, ¡azules de miedo! De hecho, de lo se trata es de aprender a utilizar el arco iris de nuestras gafas en lugar de encerrarnos en una percepción del mundo monocroma.
Es esencial encontrarse a sí mismo. Para ello, es necesario preservar un espacio de relax y de apertura. Cuando la mente suelta y se relaja, se vuelve más clara y puede tener una visión más precisa de lo que le pasa. Adquirimos así un margen de actuación mucho mayor, tenemos más opciones, por lo que somos capaces de hacer muchas más cosas.
El entrenamiento
Por otro lado, cuando las emociones se elevan, si no nos dejamos llevar por ellas, la mente continua clara y podemos tener una visión lúcida de nuestra situación. En consecuencia, no nos alejamos y tenemos mayores posibilidades de obtener lo que deseamos.
Esto no resulta fácil al comienzo y necesita entrenamiento. El hecho de entender nuestra situación por nosotros mismos nos da ganas de entrenarnos.
El entrenamiento crea una tendencia en la mente, una experiencia de lo que somos. La relajación y la claridad pueden ponerse en práctica, la comprensión se convierte en acción. Es así como cada vez que estamos irritados con alguien, si nos ejercitamos en abrirnos, vamos a descubrir poco a poco aspectos de esta persona que nos era desconocida. (…) Si ponemos en acción estos consejos, nos damos cuenta directamente de lo que nos pasa y podemos observar nuestras reacciones al instante y a esto es a lo que llamamos el camino de la experiencia.
La libertad
Para reaccionar de esta manera, se necesita entrenamiento. Pero no hace falta forzar nada. Se trata de tomar conciencia, por nosotros mismos, progresivamente, de lo que vivimos y de nuestras reacciones. (…) Esta manera de entender nuestra situación y de comunicar puede ponerse en práctica en todos los aspectos de nuestra vida. Cada situación nos permite una comprensión que nos sirve en otras ocasiones. Es así como cada vez somos más libres, cada vez menos perturbados por lo que nos sucede.
E incluso si nos sentimos confusos, podemos entender por qué y, al hacerlo, nos sentimos menos perturbados. Alguien puede continuar irritándonos, pero en ese momento podemos ver lo que favorece esta irritación. Y así es como logramos poner distancia entre nosotros y la emoción.
Dirigiéndonos a la fuente de la perturbación es como aprendemos a reaccionar de manera justa. Cuanto mejor entendamos lo que vivimos, mejor encontraremos los medios de tratar la situación. Aprendemos como hacerlo. La mente clara permite una comprensión rápida y una mayor libertad. La claridad refuerza nuestra energía.